Todo éxito editorial echa a andar con una unidad de estilo
Escrito por Manuel Vizán Jambrina
Martes, 03 de Julio de 2012 10:25

Una edición de libros pone en juego todo un conjunto de elementos que suelen proceder de diferentes fuentes y orígenes. Para el gran público, esa circunstancia fundamental de la producción editorial suele pasar desapercibida.

Toda edición de libros tiene muchas analogías con el levantamiento de edificaciones. Como las construcciones, se alzan con muchas piezas independientes y ya sabe que sin buenos cimientos, no hay estructura que se sustente.

La ilustración de un libro, por ejemplo, puede componerse a partir de materiales gráficos de distintos autores, en formatos diferentes y con una gama de tonos y una estética de lo más diversas.

Aún más, las tipografías marcan también notables diferencias en los resultados finales. Un diseño innovador o rupturista puede llamar la atención, qué duda cabe, pero, en un sentido contrario, también crear un efecto adverso si no se hace con sentido. Si no es así, estaremos socavando los cimientos de la arquitectura del diseño editorial.

Una tipografía sin estilo propio puede hacer derivar la maquetación de libros hacia una componenda de fuentes tipográficas que remarquen emocionalmente y con todo su énfasis el valor de las palabras escritas.

Sí, pero en la misma línea, convertir una edición de libros en un galimatías en el que el lector puede ser arrastrado a la recreación de las formas al hilo de los rebujos de las letras en detrimento de una menor comprensión de los mismos contenidos y del sentido de la obra.

Hay una raya invisible que todo diseño editorial nunca debe cruzar para no dejar de poner en valor la coherencia del producto editorial, o, lo contrario, para no hundir lo mejor de lo que puede llegar a ofrecer los servicios editoriales más dedicados y competentes, una unidad de estilo que haga del libro un producto único y personalmente valioso.

Una unidad de estilo, en un libro bello, para un documento fácil de asimilar resulta un producto editorial de provecho que se guarda, que se conserva, y, sobre todo, que se recuerda con ese estímulo visual que salta como un resorte y que lo agranda en la memoria

¿Cuántos buenos libros se nos han quedado para siempre en la memoria como tesoros porque su diseño editorial era el mismo desde la portada a la contraportada?

 Pero vayámonos por unos instantes del diseño editorial. Comparemos esa falta de coherencia, que es el centro de este comentario, en otro ámbito común para comprobar lo importante que es la coherencia de estilo en el mundo de la producción y de los servicios editoriales.

Así, ¿qué pensaría usted de la calidad y de la seguridad de un automóvil en el que no hubiera dos asientos del mismo color en su interior, en el que la forma del capó no guardara relación con el diseño del resto de la carrocería o en el que cada puerta abriera hacia adelante o hacia atrás, cada una a su manera.

Si fuera un coche de tramoya de carnaval, bien, pero para llevarnos con seguridad por la autopista. Éso es otra cosa.

Pues ése es exactamente el mismo efecto incómodo que se traslada al lector cuando un diseño editorial no guarda una uniformidad formal, cuando la edición de un libro naufraga porque al comprador del volumen se le ha entregado un formato con una concepción formal que crea confusión e incluso cansancio visual en su simple lectura.

Si su deseo es proponer la edición de un libro, plantee sus expectativas económicas, sus plazos de entrega, déjese aconsejar, sí, pero tómese su tiempo para hablar de cómo va a ser ese estilo único que hará único también a su libro.

 

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